La falta de vitamina D se ha convertido en una pandemia que afecta a más de la mitad de la población, según la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). En España, se estima que el 80 % de los mayores de 65 años y el 40 % de los menores de 65 años presentan concentraciones bajas de vitamina D.
Esto se debe, tal y como explica la SEEN, al escaso aporte dietético de vitamina D en la población española, que no llega a ser compensado por la síntesis cutánea de esta vitamina. Y es que, aunque parezca que en España tenemos una alta exposición al sol, esto no es del todo cierto: la mayor parte de la península está por encima del paralelo 35ºN, lo que hace que disminuya la posibilidad de sintetizar vitamina D en invierno y primavera, y las altas temperaturas en verano hacen que la población se refugie del sol y se exponga menos de lo necesario para conseguir unos niveles adecuados de vitamina D.
La vitamina D no es una vitamina propiamente dicha sino una prohormona que se produce en la piel con la exposición a la radiación solar ultravioleta B, tras la cual tienen lugar cambios en su estructura en el hígado y en el riñón para formar la hormona activa.
La vitamina D es clave en el proceso de mineralización ósea, regula los niveles de calcio en la sangre, estimula la absorción de calcio en el intestino y favorece la reabsorción de calcio en el riñón. Por lo tanto, es una vitamina fundamental para la formación y el mantenimiento de la estructura ósea o de los huesos.
En los últimos años se están estudiando los posibles efectos extraóseos de la vitamina D, cuya baja concentración podría estar relacionada con diversas enfermedades autoinmunes. Una investigación publicada en la revista científica International Journal of Epidemiology ha mostrado una correlación entre los niveles bajos de vitamina D y los niveles altos de proteína C reactiva, que indican la presencia de una respuesta inflamatoria en el organismo frecuente en numerosas enfermedades, como las cardiológicas, metabólicas o autoinmunes. Según dicho estudio, la corrección de los niveles de vitamina D podría reducir la inflamación crónica causada por estas enfermedades.
Sin embargo, es un campo en el que se sigue investigando para obtener evidencias del impacto de esta vitamina en estas enfermedades y si la suplementación con vitamina D puede ser beneficiosa.
La consecuencia de una falta de vitamina D prolongada es el raquitismo en los niños y la osteomalacia en los adultos. Ambos trastornos se caracterizan por dolor óseo, principalmente en la pelvis, la columna vertebral y las costillas; deformidad de los huesos, y debilidad muscular.
La vitamina D baja también puede favorecer y empeorar la osteoporosis, que se caracteriza por una disminución importante de la masa ósea, lo que hace que los huesos se vuelvan frágiles y aumente el riesgo de sufrir fracturas. En algunos casos, el déficit de vitamina D puede causar el descenso de los niveles de calcio y fósforo en la sangre.
En general, los niveles normales de vitamina D se sitúan entre 30 y 70 ng/mL. Se considera que hay una insuficiencia de vitamina D cuando los niveles están entre 10 y 20 ng/mL, mientras que por debajo de 10 ng/mL se habla de deficiencia de vitamina D.
La ingesta mínima recomendada de vitamina D en menores de 18 años es de 600 UI/día, si bien para conseguir las concentraciones óptimas puede ser necesario aumentar esta cantidad a 1.000 UI/día. En mayores de 18 años, se recomiendan 800 UI/día, pudiendo subir a 1.500-2.000 UI/día para conseguir las concentraciones adecuadas.
A partir de los 50 años, en caso de déficit de esta vitamina, se recomienda el consumo de suplementos de vitamina D de al menos 800 UI/día, acompañada de calcio (1.000-2.000 mg/día), para mejorar la salud de los huesos y reducir el riesgo de fracturas.
No obstante, recuerda que debes evitar tomar suplementos por tu cuenta. Si crees que tienes la vitamina D baja, habla con tu médico, quien podrá confirmarlo mediante un análisis de sangre y recomendarte una suplementación en caso de que sea necesaria.
Lo cierto es que es difícil obtener la vitamina D necesaria a través de la alimentación, ya que son muy pocos los alimentos que la contienen. Entre estos están los pescados grasos, como el salmón, las sardinas y la caballa; los huevos, y el hígado. Una manera más fácil de obtener la vitamina D es a través de suplementos y alimentos enriquecidos, como algunos productos lácteos.
En los casos recomendados se pueden tomar preparados farmacológicos de vitamina D que deben ser prescritos por el médico después de valorar cada caso.
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