La hipertensión se está perfilando como una de las posibles secuelas del COVID-19 y no solamente en personas con factores de riesgo previos a la infección por este virus. Así lo recoge una encuesta realizada por la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) a 1.834 personas con COVID persistente entre julio y octubre de 2020.
La tensión alta y la hipertensión fue referida en casi un 30 % de los encuestados, mientras que más de un 40 % de los participantes comentaron sufrir episodios de tensión baja o hipotensión. Las personas encuestadas mencionaron también otros síntomas cardiovasculares, como las palpitaciones (en un 69 % de los casos); los pinchazos cardíacos (en un 52 %); y dos tipos de arritmias cardíacas, la taquicardia (en un 62 %) y la bradicardia (en un 27 %).
A partir de estos datos, la medición o toma de la tensión arterial cobra una mayor importancia en aquellos individuos que han pasado el COVID-19.
La hipertensión consiste en la elevación de los niveles de presión arterial de manera continua. El corazón ejerce presión sobre las arterias para que conduzcan la sangre hacia los diferentes órganos del cuerpo. La presión arterial máxima se obtiene en cada contracción del corazón y la mínima, en cada relajación.
Con respecto al diagnóstico, hay que tener en cuenta que la hipertensión arterial no produce síntomas, pudiendo pasar inadvertida. Aunque puede aparecer a cualquier edad, es más frecuente a partir de los 40 años. Asimismo, puede existir predisposición familiar, pero también se da en personas sin antecedentes.
La hipertensión arterial es un factor de riesgo en sí mismo porque puede producir insuficiencia coronaria y angina de pecho. Además, el músculo cardiaco se vuelve más irritable y se producen más arritmias. También propicia la ateroesclerosis (acúmulos de colesterol en las arterias) y trombosis, que pueden producir infarto de miocardio o infarto cerebral. En último término, representando los casos más graves, la hipertensión puede reblandecer las paredes de la aorta y provocar su dilatación (lo que es denominado aneurisma) o rotura (que causa la muerte).
La tensión se mide en milímetros de mercurio (mmHg). Según la Fundación Española del Corazón (FEC), estos son los niveles normales y altos de presión arterial:
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