Tomar decisiones es parte inevitable (y a veces agotadora) de nuestra vida diaria. Entre la cabeza, el corazón y la intuición, a menudo nos vemos atrapados en una lucha entre lo que pensamos, lo que sentimos y lo que realmente necesitamos. Te propongo una mirada más consciente, humana y práctica para decidir mejor y más rápido, sin perder el norte ni a ti mismo por el camino. Porque decidir también es un acto de amor propio.
En este artículo exploraremos algún consejo para tomar buenas decisiones. Siempre con la prudencia de que, lo que para unos es bueno, para otros puede ser una trampa. Te invito a que te quedes con lo que únicamente esté bien para ti, para tu vida y para todas tus circunstancias, que siempre son únicas de cada uno.
Hay decisiones que se toman con el estómago, otras con el corazón, y otras (las más entrenadas) con la cabeza. Desde elegir el desayuno hasta cambiar de trabajo o decir sí a una relación, nos pasamos el día decidiendo. Literalmente. Se estima que tomamos entre 2.000 y 35.000 decisiones al día. La mayoría pequeñas, pero no por ello menos agotadoras.
Y es que decidir cansa. La llamada “fatiga decisional” es real. Si alguna vez te has quedado bloqueado frente al armario sin saber qué ponerte o has pasado diez minutos mirando la carta de un restaurante sin saber qué pedir, sabes de lo que hablo.
En este artículo te explico por qué nos cuesta tanto decidir, cómo influye el estrés, qué métodos pueden ayudarte a decidir mejor (y más rápido), y cómo equilibrar esa lucha entre cabeza, corazón e intuición. Te adelanto información: hay técnicas que funcionan y, a veces, la vida te pone delante decisiones que se sienten sin necesidad de razonarlas demasiado.
Decidir implica elegir, pero también renunciar. Y eso, para el cerebro, es una pequeña amenaza: "¿Y si me equivoco?". A eso añádele: miedo al fracaso o al arrepentimiento, exceso de información, presión externa, y la famosa “parálisis por análisis”. Todo esto genera inseguridad, y en algunos casos, una evitación crónica de decidir. Como explico en este artículo sobre bienestar emocional y alimentación, nuestras decisiones están también condicionadas por nuestro estado mental y emocional.
El problema es que esa indecisión mantenida en el tiempo también genera desgaste: emocional, físico y hasta relacional. Al final, decidir no deja de ser una herramienta de autocuidado, y evitar hacerlo puede alejarnos de lo que de verdad queremos.
Cuando estamos estresados, el cortisol se dispara y el cerebro activa el modo supervivencia: piensa menos, reacciona más. Esto puede ser útil si tienes que frenar en seco conduciendo, pero no tanto para decidir si aceptar una oferta de trabajo o continuar en una relación.
El estrés crónico reduce nuestra capacidad para evaluar riesgos, gestionar emociones y mantener una visión a largo plazo. Por eso, una buena regla general es: si estás en plena tormenta emocional, espera para decidir y evita tomar decisiones bajo presión. Aquí puedes leer más sobre el impacto del estrés en la salud mental y cómo abordarlo: Salud mental, motivo para dejar un trabajo.
A veces basta con un paseo, una ducha o una buena conversación para que el nudo se afloje y lo que parecía un dilema, empiece a aclararse.
No hay una fórmula mágica, pero sí herramientas que ayudan. Aquí tienes algunos métodos:
Y, sobre todo, es importante acotar el tiempo que dedicamos a decidir. Si te das 24 horas, en lugar de días o semanas, tu mente sabrá que tiene que trabajar con eficiencia.
Vivimos en una sociedad que sobrevalora la razón y desconfía de la intuición. Pero muchas de nuestras mejores decisiones no nacen del análisis racional, sino de esa sabiduría interna que no siempre sabe explicarse. “El corazón tiene razones que la razón no entiende”, y a veces basta con escucharlas.
La intuición no es mágica, es experiencia condensada. Lo ideal es usar la razón para analizar y la intuición para matizar. Ambas pueden (y deben) convivir.
Y sí, a veces hay decisiones que no tienen lógica, pero que sientes tan profundamente que no necesitan argumentos. Hay momentos en los que simplemente sabes lo que tienes que hacer. Aunque no lo puedas explicar. Aunque otros no lo entiendan. Aunque te sientas en la cuerda floja.
Y a veces, simplemente lo sientes tan claro, tan dentro, que no hay lugar para dudas. Solo ese impulso sereno que te empuja hacia lo que vibra contigo. Como si, por fin, todo encajara… porque hay algo -o en ocasiones alguien- que te hace decir sí, sin necesidad de sobrepensar.
Si sientes miedo a tomar decisiones difíciles, estos consejos pueden allanarte el proceso.
Y si necesitas una guía, puedes pensar en estas cuestiones:
A veces no es tanto elegir bien, sino elegir desde un lugar de conexión interna.
Fuente:
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